Hablar de la vida, parece estar de moda en el momento actual. Nunca tanto como hoy se ha utilizado la palabra vida para afirmar que se está a favor de su defensa; y qué paradoja supone esto cuando esa vida, tan en precario, se encuentra cultural, económica, legal, e incluso a pesar de lo que muchos afirman, éticamente amenazada. Si, digo amenazada porque a pesar de jornadas, debates, leyes… al final quienes dicen defenderla y estar a su favor, son los que propician que sean muchas las vidas que van quedando por el camino en esta nuestra sociedad opulenta y tecnificada.
No está por ello de más que hagamos un ejercicio de ver qué encontramos a nuestro alrededor cuando se habla de la vida. Es decir, hagamos una pequeña radiografía de cómo es el “cimiento” sobre el que se asienta cualquier toma de postura respecto a la vida.
Este acercarnos a descubrir como es nuestra sociedad, nos lleva a destacar tres elementos, o realidades que marcan todo cuanto podamos decir respecto a la vida.
1.- Radiografía de un mundo a la carta.
1.1.- El mundo postmoderno (fragmentado, individualista, cerrado sobre si mismo, escéptico en relación con ser humano, desconfiado frente a cualquier tipo de convicción que quiera ahondar en la interioridad y trascendencia de la persona, relativista) es un mundo para el que Dios, a diferencia del de la modernidad que estaba y se buscaba negarlo, está ausente. La sociedad actual no se hace la pregunta sobre Dios. Más bien, se sitúa respecto al Dios personal, cercano, amigo, acogedor… totalmente indiferente. Podemos decir que Dios no es convidado a la fiesta. Está ausente, no porque ÉL lo quiera así, sino porque no se le invita.
1.2.- Un segundo elemento a tener muy en cuenta, es la existencia de un gran pluralismo religioso, a la carta, pero pluralismo al fin y al cabo. Ya no podemos referirnos, como ocurría en el mundo de cristiandad, a una visión única, integrada, ordenada bajo un mismo paradigma religioso. Abiertas las fronteras culturales, también se han abierto las formas de sentir y expresar lo religioso desde otras concepciones religiosas. Son muchas las personas que encuentran el sentido de su relación con Dios no en la religión cristiana, sino en múltiples credos, experiencias o vivencias diferentes. Y frente a la tentación de replegarse, a modo de cuartel de invierno en lo seguro, en lo propio, surge la necesidad para poder entender de qué hablamos y salir en defensa de los mismos valores comunes, en este caso del valor de la vida; digo es necesario abrirnos al diálogo y buscar puntos de encuentro, no renunciando a lo que para un creyente es esencial en la concepción de su existencia, sino buscando aquello que poseemos en común.
Una de las necesidades en el momento actual, por el bien de todos, especialmente de los más débiles y olvidados, es la de tender puentes con los que unir defensa de derechos y convicciones universales. ¿Y qué más universal que la defensa de la vida y dignidad humanas?
1.3.- La globalización es un tercer elemento a destacar como fotografía fija de nuestra sociedad. Y con ella sucumbir a la tentación de pretender imponer una visión plana de la realidad, una visión alentada por el pensamiento único y sin derecho a la discrepancia. Lo políticamente correcto. ¡Y pobre de aquel que muestre el mínimo atisbo de querer presentar otro modo de ver las cosas!. El totalitarismo del todos igual: en el vestir, en el disfrutar, en el pensar, en el abordar la solución a las cuestiones fundamentales que se plantea el ser humano… nos lleva a caer en un liberalismo individualista e insolidario que se va imponiendo a base de repetir machaconamente las mismas ideas, en distintos sitios las mismas personas – que son los privilegiados que tienen las tribunas a su disposición – y que de manera furibunda mandan callar desautorizando a quien ose llevarles la contraria. Y ello es así porque no quieren ni controles ni restricciones a lo que ellos piensan y deciden. Que llevado al mundo de la reflexión ético-moral convierte la realidad en el mundo de lo posible: todo vale si se puede realizar técnicamente. En el nombre de la libertad individual, y sin más referencia que el yo, todo se convierte en absoluto siempre que me guste, me convenga o me interese.
Esto da lugar a que en vez de partir de una afirmación antropológica fundamental y positiva: la dignidad humana, se parta de la vía negativa del “no persona, a la que no se le reconocen derechos como ser humano (pensemos en el artificio legal, construido para poder investigar con embriones, el llamado pre-embrión) lo que luego se ve reflejado en legislaciones nacionales e internacionales, en investigaciones científico–técnicas sobre los primeros estadios de la vida, o de las legislaciones permisivas con respecto al aborto y la eutanasia, que no potenciación de los cuidados paliativos.

2.- Una voz que necesita altavoces: la Iglesia y la defensa de la vida
La Iglesia, en su afán de defender la vida humana, en todas y cada una de las etapas de su desarrollo – no sólo en los primeros estadios – ha sido tajante en la preocupación por la vida, lo que le ha supuesto ser tachada de retrógrada, contraria a los tiempos o anclada en posiciones fundamentalistas; pese a ello, no se ha dejado llevar de tales desconsideraciones y ha defendido siempre el derecho a la vida como un derecho fundamental que ha de estar por encima de legislaciones fruto del consenso o de la búsqueda de la adhesiones de ciertos grupos de poder o de presión.
El Concilio Vaticano II, en la Gaudium et Spes, un texto, que visto con perspectiva histórica, podemos definir como profético afirmaba:
“ ... Dios, Señor de la vida, confió a los hombres la insigne misión de conservar la vida, misión que debe llevarse a término de modo digno del ser humano... la vida desde su concepción ha de ser salvaguardada con el máximo cuidado; el aborto y el infanticidio son crímenes abominables...”(G.S.51).
Todavía buscando un mayor ámbito a la defensa de la vida humana, y echando por tierra la acusación de que la condena del aborto no es más que un intento de impedir que “la mujer pueda decidir por ella misma” –sic -, el mismo concilio insiste en el compromiso de defender la vida siempre, sin caer en el relativismo moral justificador, según cuando y como, de grupos de poder de las llamadas “vanguardias –élites–intelectuales”. La vida, porque es un don siempre, y en toda circunstancia ha de ser defendida:
“Cuanto atenta contra la vida – homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado -; cuanto viola la integridad de la persona humana, como por ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena…” ( G.S. 27 )
Toda la reflexión del concilio y de los documentos posteriores del magisterio de la Iglesia respecto a la vida pone de manifiesto una clara, sincera y honesta defensa sobre su valor. No se esconde tras ella ningún tipo de interés económico, de secuestro de la libertad o pretensión de imposición de cualquier fundamentalismo al uso. La vida y su defensa, es un valor que pasa a convertirse en fundamento de la acción de los seres humanos. Su fundamento es una reflexión filosófico antropológica personalista que pone su origen en Dios, sentido y fundamento de toda la realidad humana. Y exige de cuantos nos llamamos seguidores suyos, compromiso racional, afectivo, esperanzado y gozoso para denunciar cualquier atentado que menoscabe este fundamento y su dignidad.
Clodomiro Ogando Durán
Sacerdote de la Diócesis de Tuy (Vigo).
Profesor de teología Moral en el Centro de Estudios del Seminario Diocesano y del Instituto de Estudios Teológicos de Vigo.