miércoles, 1 de julio de 2009

GRACIAS MADRE


¡Cuánto nos cuesta a veces reconocer que tenemos una Madre!

Pero es así, tenemos una Madre en el cielo (la Virgen María, con todas sus advocaciones) y otra madre en la tierra (la que nos trajo al mundo). Las dos son madres nuestras, nos quieren igual, pero una sin la otra no sería lo mismo. Una y otra se complementan, se unen, se fusionan, formando una verdadera madre, que se preocupa y se desvela por sus hijos, les ayuda para que consigan sus metas, les intenta hacer felices, les da lo que les hace falta, les mima, …

En estos días en los que celebro el primer aniversario desde que me vine del puerto en el que embarqué durante un tiempo de mi vida, te sigo teniendo muy cerca de mí, Reina de las Huertas; aunque tan sólo me separen 250 kilómetros de tu Sagrada Imagen, sigues clavada en la retina de mis ojos, en mi corazón…

No hay día que pase sin acordarme de Ti y de todo lo vivido alrededor tuyo. Este recuerdo se incrementa a diario y más aún, cuando un día en mi labor profesional con niños y no hace muchos días antes de escribir este artículo; estando en el patio de uno de los colegios, se me acercó un niño de 4 años y fuera del contexto del que estábamos me dijo: “Maestro, yo tengo dos madres, una en el cielo y otra en la tierra”. Por unos segundos me quedé sin saber qué decir, ni cómo actuar; pero pasados esos segundos reaccioné y fue cuando por unos minutos, el niño y yo, nos sumergimos en el amor y cariño hacia la Madre que tenemos.

Madre del Monte Carmelo, es muy bonito ver, escuchar y sentir; cómo un tierno e indefenso niño de tan corta edad, hablaba sobre su Madre del Cielo. Es en estos momentos cuando te entran ganas de seguir luchando por las cosas que te rodean en la vida: estudio, trabajo, amigos, familia, amores… pues me das la fuerza, energía y esperanza tan importantes para mí, pues sin ellas sería imposible seguir caminando.

Reina de las Huertas me despido simplemente de Tí por hoy, con esta salutación:

“Madre mía del Carmen y Reina de mi corazón, bendita seáis;
los querubines, los santos y los justos os llenen de alabanzas,
porque con vuestro Escapulario sois la paz y la alegría de mi alma”.



José Antonio Ruiz Ruiz